Siempre le había encantado, y se había identificado, con aquella cita sobre un alguien que ponía tres puntos suspensivos a una historia, de los que otra alguien borraba dos. Le parecía una historia universal, romántica, trágica, intensa, emotiva y eterna, todo a la vez, en apenas dos líneas.
Pero aquella vez, cuando volvió a leerla de casualidad, se sobrecogió al comprobar que era su mano la que, con una firmeza y determinación inusitadas, agarraba la goma de borrar.