Empezó siendo una tarde de piscina sin bañador, música tranquila y cervecita fría, pero al echar mano del móvil se dejó llevar y acabó sumergido en el conocido mar de citas literarias, frases motivacionales y lecciones de amor y desamor, un miliardo de publicaciones que parecían escritas por y para Ella. En otros tiempos, él las compartía o se las iba guardando para publicarlas poco a poco más adelante, con la ingenua esperanza de que Ella las leyera y «supiera».
Aquella tarde, tan similar a aquel recuerdo del «anda, ven», las leyó y pensó en Ella como siempre, pero no guardó ninguna.