A punto de irse a dormir, trasnochado, abatido y medio borracho, vio caer una perseida tardía justo enfrente de sus narices. Y, aunque el impulso y la costumbre le llevaron a pensar en Ella, lo cierto fue que se quedó sin pedir ningún deseo.
Así que, al final, se fue a la cama aún más trasnochado, abatido y borracho de lo que estaba al principio.