Por si no tenía bastante con afrontar el duelo de una ruptura radical, ahora se le presentaba el segundo. Y aquel segundo duelo iba directo a machacar lo más hondo de su corazón, o los pedazos que aún quedaban de él.
Qué malvado y despreciable tuvo que haber sido en una vida anterior, para que ahora le vinieran una calamidad tras otra a explotarle en las narices.