Empezaba a acostumbrarse a no saber nada de Ella. Poco a poco, los puntos de conexión entre ellos se iban apagando. Se veían tan de tarde en tarde que ya no se podían preguntar por las rutinas del otro. De hecho, y debido a su cambio de estado civil, intentar quedar con «la pandilla» se hacía complicado y generaba tensión. Ni siquiera en las redes sociales tenían mucho contacto, porque ambos apenas publicaban nada. Y como él le había hecho aquella maldita promesa de no buscarla, ya ni le mandaba emoticonos en las noches oscuras de bourbon y canciones.
Así que sí, empezaba a acostumbrarse a no saber nada de Ella. Y, aunque no se notara por fuera, se moría por dentro.