En aquellas noches en que los demonios volvían a coser su insomnio a dentelladas, aún ponía la lista de Sus canciones, aquellas que llevaba años escuchando en Su honor, aquellas que le cantaría a Ella al oído, una tras otra.
Cerraba los ojos y traía Su imagen a la cabeza, repetía las conversaciones que nunca habían tenido, recordaba los grandes momentos, los buenos y los malos, y volvía a soñar despierto.
Como si, a aquellas alturas, soñar con Ella, dormido o despierto, le fuera a servir de algo.