Había sobrevivido al primer día de su nueva vida. Arropado y protegido por su familia, había estado tan ocupado con pequeñas tareas y quehaceres que apenas hacía tenido tiempo para pensar, mucho menos para dejarse dominar por la tristeza. Recibió muchos mensajes de ánimo y apoyo que, como el agua oxigenada, al principio dolían, pero luego sanaban. Aunque no recibió el único que realmente esperaba.
Así pues, se fue a la cama agotado, pero pensando que, irónicamente, justo el Día de los Enamorados él había comenzado un nuevo camino sin amor.