Volvía a salir a la calle después de ocho largos días de encierro, y como necesitaba volver a ponerse en forma física y mentalmente, decidió hacer una ruta en bicicleta. Estuvo a punto de escribirle para proponérselo, ya que se moría por verla y sería una buena oportunidad de charlar, de ponerse al día, de desahogarse. Pero no lo hizo.
Él le había hecho una promesa y, por una maldita vez en su vida, tenía que mantener su palabra si quería poder afrontar lo que se venía encima con la cabeza alta. Y Ella, bueno, pues como siempre: silencio absoluto. Así que, ¿para qué forzar las cosas? Aquello olía a «punto final», así que trató de poner la mente en blanco y concentrarse sólo en pedalear, a ver cuánto aguantaba.