Faro

Entre las extenuantes jornadas de trabajo en las que no tenía tiempo ni de mirar el móvil, y las tardes cargadas de tareas, recados y entrenos, había pasado una semana sin que él volviera a escribirle. Aquella «recaída» había sido muy intensa, desde luego, pero también sabía que no iba a suponer un gran cambio.

Pero habían hablado de salir a comer el siguiente sábado, y el no quería que el plan quedara en el olvido. Tenía ganas de verla, de encontrarse de nuevo con Sus ojos, aunque fuera solo un momento. En medio del naufragio permanente que era su vida, aquellos ojos eléctricos eran el único faro que le indicaba el camino, aunque fuera hacia un puerto equivocado.