Terraza

Y allí estaba, sentado de nuevo en la terraza de nuevo, con un bourbon en la mano, el gato en el regazo y los auriculares bien calados. Hacía una noche espectacular, iluminada por la luna y sin pizca de frío y, gracias al toque de queda, calles desiertas y silencio casi terapéutico. Después de una semana encerrado en casa, aquella noche estaba disfrutando especialmente de «su momento».

Después, mientras se servía otra copa, reparó en que, si los únicos momentos que disfrutaba eran los vasos de bourbon a solas y de madrugada en una terraza, quizá debería empezar a preocuparse por qué demonios estaba haciendo con su vida.