Publicó un vídeo en sus redes sociales haciendo el bruto en el nuevo gimnasio, casi más por conseguir publicidad para el negocio que por lucimiento personal y, por una vez, la jugada le salió medianamente bien: mucha gente lo vio, mucha gente lo comentó, incluso muchos de aquellos que parecían perdidos en los océanos de Internet reaparecieron con algún tipo de reacción. Todos, menos Ella.
Él ya sospechaba que quizás Ella lo tenía silenciado o incluso bloqueado en algunas aplicaciones, pero se había asegurado de poner el vídeo en todas por el tema de la publicidad, y sin embargo, no hubo respuesta. Podía ser la represalia a la reacción que él había tenido a aquella foto gloriosa que Ella había publicado días antes para ilustrar un gran reconocimiento laboral, y a la que él otorgó un simple «me gusta». También podía ser que no quería apoyar públicamente al proyecto enemigo de aquellos amigos suyos por los que se suponía que nunca había tomado partido, y que tanto rabiaban últimamente. O, simplemente, que se le hubiera cruzado un cable de los que, aún después de media vida, seguían haciendo imposible saber qué pasaba por aquella hermosa cabeza Suya.
Lo único cierto era que podía haber sido una buena ocasión para, incluso de forma privada, limar asperezas, sanar heridas y tratar de normalizar una relación que se había ido envenenando en el último año. No es que a él le quedaran muchas esperanzas a aquellas alturas, pero sí que aspiraba a esbozar una sonrisa cuando la recordase a Ella. Aunque, si se paraba a pensar, ¿desde cuándo habían sido fáciles las cosas con Ella?