Pues sí, le costaba escribir, pero era lógico hasta cierto punto: si no la veía, si no hablaban, si no se escribían, si no quedaban, si ya no compartían nada era normal que se fuera agotando el «material» sobre el que escribir, y quedaran solo los sentimientos más primarios: el auténtico amor que se conoce sólo una vez en la vida, y el duelo por haber perdido a ese amor de sólo una vez en la vida.