Ya estaba confirmado: había otras manos que le rozaban, otros ojos que le buscaban, otros brazos en los que podría zambullirse si se lo propusiera. Nunca podrían ocupar el lugar de Ella, eso seguro, pero al menos le hacían sentir menos insignificante.
La pregunta era si, llegado el caso, tendría el valor de dejarse llevar, aquel mismo valor que siempre le faltó con Ella.