La verdad era que, siempre que se trataba de Ella, hasta la tontería más pequeña parecía una cuestión de vida o muerte, y aquel mensaje no era para menos: una hora intempestiva, una foto poco atractiva y un mensaje cuestionable. Lo propio para ponerla en una situación comprometida, cosa que a él siempre le había aterrado y que, en su afán de protegerla, le había obligado en muchas ocasiones a ser un cobarde.
Pero aquella vez, sintiendo en lo más recóndito de su ser que había llegado el momento de la despedida definitiva, decidió ser egoísta por una vez y salir por la puerta grande. Total, por muy mal que le sentara o por mucho que Ella se enfadara, a peor ya no podían ir las cosas.