Paréntesis

Él había dado en llamarlo «sus momentos», pero las madrugadas de fin de semana en la terraza, con la compañía de la botella de bourbon y los auriculares, no eran sino los únicos paréntesis de flaqueza que se permitía. Allí daba rienda suelta a sus recuerdos, a sus esperanzas más vanas, a los deseos imposibles y, en muchas ocasiones, a las lágrimas inútiles que el alcohol y Sus canciones terminaban arrancando de sus ojos.

Y a veces, muy pocas, aún soñaba con que, desde otra terraza a cientos de kilómetros de distancia, la Dama de licor y chocolate decidiera buscar al hombre nocturno, aunque fuera por equivocación. Y que se dijeran tonterías, y que soñaran medio despiertos (o medio borrachos) con cosas imposibles. Ya habría tiempo a la mañana siguiente de recuperar el papel de «ya no significas nada para mí» para otra buena cantidad de meses