Se enteró de rebote que Ella iba a acudir a una de aquellas épicas barbacoas de las que tanto le habían hablado, pero a las que nunca le habían invitado. Por un momento, se dejó arrastrar por su imaginación y se vio asistiendo a la fiesta, jugando con Ella a las miraditas y a los disimulos, hasta que con el paso de las horas las defensas se relajaban, las distancias se acortaban, las manos se buscaban. Como tantas veces antes.
Una lástima que aquello ya nuca fuera a pasar. Él se había convertido, sin comerlo ni beberlo, en persona non-grata para aquel grupo, y Ella hacía tiempo que volaba a años luz de distancia.