Consiguió esquivarlo la primera vez, pero la segunda le alcanzó de lleno: Ella había vuelto a compartir aquella maravillosa iniciativa de las grandes figuras del doblaje recitando obras literarias y él, en una de aquellas tristemente frecuentes noches de insomnio, se zambulló de lleno. Obviamente apenas durmió, y en las escasas horas en que lo logró, Ella volvió a colarse en sus sueños. Y vuelta a empezar…
De haber podido hablarlo con alguien, le habrían preguntado que si un simple párrafo de Murakami era para tanto; y si él hubiera podido responder, habría dicho que no sólo era por la maravillosa voz de Aldeguer o la exquisita música de fondo, sino por saber que Ella seguía tratando de atravesar Su tormenta de arena sin que él pudiera hacer nada por ayudarla, porque Ella se había convertido en otra tormenta de arena para él.
Pero por encima de todo, él habría contestado que lo que había logrado aquel párrafo de Murakami era descubrir otro punto en común, tender un nuevo puente hacia Ella cuando su único remedio era dinamitarlos todos. Era un sinsentido alentar la resistencia sabiendo que no le quedaba más remedio que rendirse del todo.