Operación Enclosure: episodio 10 y final

Hola Encanto.

Llevo muchos días sin publicar nada, lo sé. Pero es que esta misión se me está «haciendo bola», me resulta muy difícil provocar una sonrisa en alguien cuando yo mismo llevo días sin sonreír, y ya de paso, casi sin dormir. Hoy, concretamente, me he despertado tras una pesadilla en la que, una vez más, tú lo pasabas mal y yo no podía hacer nada por impedirlo. Ambos sabemos que yo soy más de tragedia de Shakespeare que de comedia de Lope de Vega…

Por tanto, y aunque me avergüence, hoy voy a dar por terminada esta operación: primero, porque no sé si está cumpliendo sus objetivos; segundo, porque cada día las palabras me son más esquivas para esta tarea, y se me acumulan los borradores que acabo desechando; y tercero, porque rebuscar entre según qué recuerdos me hace daño, y como prometí no escribir sobre lo que ya sabemos, se me queda todo atascado en el pecho y no me deja ni respirar.

Así que a partir de hoy, último episodio, el trabajo lo vas a hacer tú: te mando la tarea de buscar cada día cinco minutos en que rescates un recuerdo, una situación, un momento que te pinte una sonrisa en la cara (si tiene que ver conmigo, mejor!). Es lo último que te voy a pedir antes de quitarme del medio del todo porque, después de mucho pensar en los últimos meses, me he dado cuenta al fin de que tu camino ha girado en dirección opuesta al mío, y no voy a seguir forzando una situación que solo existe en mi cabeza y en mis recuerdos.

Tomémoslo como un respiro, tú para quitarte ese lastre que no lograbas soltar y yo para tratar de pasar página de una vez, y confiemos en que alguna vez ambos aprenderemos a ser amigos pero de verdad, más allá de seguir manteniendo el contacto cordial y afectuoso de estar en la misma pandilla.

Pero antes de que cierre definitivamente esta puerta, antes de que traslade todo lo que tú significas al desván de mi interior y trate de desentenderme de ti, de poner a la venta la brillante armadura, quiero que me prometas que vas a cumplir mi último encargo, y que vas a sonreír al menos una vez al día: quiero que me mandes un mensaje con la palabra prometido, porque solo así sabré que estoy tomando la decisión apropiada, y que te quedará un buen sabor de boca de toda esta movida. Por una vez, haz esto por mí, ¿vale?

Y ya está. Solo decirte que cuando te sientas sola, débil, pequeña o abrumada, piensa que hubo alguien para quien lo significaste todo, que te idolatró por encima de sus posibilidades, y para quien el reto de una vida sin tenerte cerca le parece inasumible. Quizá así logres darte cuenta de lo que vales en realidad.

También te aviso de que en dos o tres días este Refugio volverá a su función inicial, porque realmente necesito desahogarme y soltar mucho de lo que llevo dentro, así que te prevengo, ¡deja de leer! Jajajaja.

Cuídate mucho, hasta siempre. Y, por última vez, que sepas que te quiero.