Volvía a casa después de una comida familiar y, sospechando que Ella podía estar por el barrio en algún velador tomando algo, se descubrió como tantas veces pensando en dar un rodeo y pasar por delante de los locales que solían frecuentar para propiciar un «encuentro causal», o al menos, poder verla aunque fuera de lejos. Pero en aquella ocasión, sabiendo como sabía que todo estaba cambiando, se obligó a no hacerlo y tiró directo a casa apretando el paso.
Con el ceño fruncido y los labios apretados, no sabía si estaba más enfadado consigo mismo por desear cometer las mismas necedades de siempre, o por obligarse a sí mismo a no cometerlas.