Sucedió en una fracción de segundo: giró la vista para resintonizar la radio, y se encontró de repente con otro coche en su carril. No sabía si fue pericia, suerte o alguna providencia que se apiadó de él en aquel último instante, pero salió indemne. Trató de seguir conduciendo con calma, recuperar el resuello y dominar su ritmo cardíaco para llegar sin más problemas a su destino. Pero una idea se instaló en su mente: la vida podía pasar en un instante, y había que aprovecharla. Pensó en aquellas personas, más bien pocas, que sufrirían si él desapareciera, y decidió recordarles a cada una de ellas cuánto las quería, solo por si acaso.
Apenas un rato después, y mientras trataba de mantener su cabeza en su trabajo, llegaron Sus mensajes. Amables, divertidos, como para terminar de calmar la tormenta del día anterior, y él lo interpretó como iba señal: decidió empezar por Ella, le dijo que la quería.