Se le aceleró el pulso, como siempre que consultaba el móvil y veía la notificación de un mensaje de Ella. Era por una nimiedad que habían hablado días atrás y de la que él ni se acordaba, por lo que su pulso volvió a ritmo normal al momento. Pero en vez de despedirse rápido, por una vez se envalentonó y le dejó caer un pequeño reproche camuflado. Ella recogió el guante con aquella elegancia tan Suya, y pasó la pelota al tejado de él. Y él, en un momento de inspiración, logró resumir aquel desastre de vida que llevaba en apenas tres líneas y tenderle un último puente, más para combatir su propia soledad que para ofrecerle apoyo a Ella, y recogió velas en cuanto pudo.
Si aquello iba a servir para algo, lo dudaba. Pero que después del cruce de mensajes, breve pero intenso, podía respirar un poco mejor, estaba claro.