Se miraba al espejo, y no le gustaba nada lo que veía. Y no era por su físico, que le daba más o menos igual. Era por la imagen de un hombre desilusionado, de un hombre desamparado, de un hombre triste, de un hombre solo. Entonces apretaba los dientes, y empezaba a repetirse a si mismo la lista de cosas que debían cambiar en su vida.
Pero nada de aquello serviría de nada hasta que se atreviera a reconocer que uno de los elementos que debía incluir en aquella lista era el nombre de Ella.