Llevaba muchos días sin verla, y continuaría igual muchos días más. Así que aquel día, pese a tener cosas más importantes que hacer y a no estar recuperado del todo, decidió ir a entrenar. No por recuperar la forma, no por desfogarse un poco, no por recuperar las rutinas, no. Decidió ir a entrenar porque, al llegar, se cruzaría con Ella saliendo de su clase, y dispondría de apenas unos segundos para contemplarla e intercambiar alguna palabra con Ella.
En eso se estaba convirtiendo su vida, en contentarse con admirar aquello que más quería desde un escaparate, como en «Desayuno con Diamantes»