Hacía ya un tiempo que le costaba, pero últimamente tenía que esforzarse de verdad para sonreír. Y sabía que probablemente fuera pasajero, que cuando bajara su nivel de estrés todo se relajaría un poco, pero la soledad apretaba un poquito más el nudo alrededor de su cuello cada día. Si se mantenía en pie, era por la pura inercia de la rutina. Por eso, eventos como el del día siguente los marcaba en el calendario con semanas de antelación, porque aparecían como auténticos oasis en medio del desierto despiadado de su vida.
Sin embargo, Ella no estaría al día siguente, había cambiado el evento por un fin de semana en la playa: incluso los oasis se le secaban a aquellas alturas.