De nuevo se sentía aterrorizado. Estaba como clavado al suelo, mientras todas las cosas importantes de su vida revoloteaban a su alrededor sin llegar a ponerse a su alcance, pero bajo la amenaza de caer sobre él todas al mismo tiempo: las responsabilidades laborales y sus estudios, que se robaban tiempo las unas a las otras, tenían fechas muy definidas y a muy corto plazo; pero su situación sentimental, mezcla de montaña rusa y de ciclogénesis explosiva, amagaba con detonar en sus narices justo cuando más tranquilo y calmado necesitaba estar. Y luego estaba Ella, claro: a la que ansiaba con ver cada minuto, pero de la que sabía que se tenía que apartar antes o después.
Y es que, por más evidente y racional que fuera la realidad, había ilusiones y esperanzas que se hacían realmente difíciles de matar.