De repente, se sintió como Bruce Willis en El Sexto Sentido, como si llevara años viendo solo aquello que quería ver: Ella le apreciaba, le tenía cariño, pero no le amaba; él no significaba será Ella lo que Ella significaba para él.
Pero el hecho de ser tan consciente de aquello tan de repente, aquel encontronazo con la realidad, aquella certeza tan meridiananente inesperada le dejó tan desarmado que no supo a qué agarrarse, salvo a la obligación de ocultar sus lágrimas al precio que fuera necesario.