Fueron apenas treinta minutos de cruce de mensajes en medio de la jornada laboral, pero fueron más que suficientes: para Ella, porque consiguió descargar su mente y su alma de presiones y pesares. Y para él, porque había cumplido con su obligación auto-impuesta de hacer lo posible y lo imposible con tal de que Ella se sintiera mejor.
Podrían llamarlo amistad, podrían llamarlo amor, podrían llamarlo como quisieran. Pero que era algo único y especial entre los dos, quedaba por encima de toda duda.