No le gustaban nada aquellos días en que, estando el uno al lado del otro, las conversaciones no fluían y parecía que les costaba encontrar temas de los que hablar. Se llegaba a plantear la idea de que era mejor ahorrarse aquellos días por el regusto amargo que le dejaba no haber sido capaz de aprovechar el tiempo a con Ella… por un momento.
Porque, transcurrido ese momento de duda, volvía a convencerse de que más valían dos minutos de charla banal a Su lado que un millón de fantasías en la soledad de su cabeza.