Aquel rato de charla le dejó de piedra: nunca imaginó que fuera tan transparente, que proyectara la imagen que proyectaba, que incluso gente poco cercana pudiera leer sus sentimientos con tanta claridad. Todo aquello tenía que cambiar, ya se lo había propuesto desde Año Nuevo, pero ahora comprendía que tenía que ser un cambio activo y real. Daba igual lo que costase, daba igual lo que quedara por el camino, daba igual el precio a pagar.
El momento de desplegar las alas había llegado.