Volvieron las rutinas y los madrugones, los agobios y las obligaciones, el ritmo de vida frenético que devoraba semanas. Pero, como si se tratara de un polizón escondido en barco, también habían vuelto la melancolía, la añoranza, la impotencia, la soledad.
Aunque realmente nunca se había ido, Su ausencia volvía a ser dura como una roca.