Por una vez, estaba contento de que fueran a transcurrir varios días sin verla, necesitaba tiempo para pensar. No podía continuar viviendo bajo la dictadura implacable de sus propios sentimientos, porque su aflicción comenzaba a afectar a su vida diaria y ser percibida desde fuera. Necesitaba encontrar el modo de zafarse, de convivir con aquel amor imposible que le devastaba por dentro.
Necesitaba dejar de penar.