Odiaba la playa, pero le encantaba el mar, especialmente por la tarde. Dejaba que el sol calentara su piel, le agradaba el contacto de la arena fría en sus pies. La brisa marina, el rumor de las olas, la inmensidad del horizonte plano, el juego de luces y colores a medida que el sol iba cayendo… Le provocaba una mezcla de serenidad y melancolía que solo era capaz de sentir en la orilla del mar.
Lo único que le faltaba para que la situación fuera perfecta era girar la cabeza y verla a Ella a su lado.