Ella había hecho su magia. Había aparecido de improviso, y le había concedido lo que él tanto ansiaba: la conversación. Se dijeron cosas que ambos necesitaban escuchar, se aclararon puntos oscuros, se colocaron cada uno en su sitio. Se querían, pero era imposible, al menos por el momento.
Aunque el corazón continuaría doliéndole por mucho tiempo, al menos ya tenía tierra firme bajo los pies. Y soñar seguiría siendo gratis.