Se acercaba su cumpleaños, y le repetían la misma pregunta una y otra vez: «¿qué te gustaría que te regalaran?» Él se limitaba a encogerse de hombros y sonreír, pero la misma respuesta acudía a su mente una y otra vez: «un bonito restaurante, luz tenue, música suave, una buena botella de vino, y Ella en la silla de enfrente».
No podría recibir un regalo mejor.