Cegadora. Así era la luz que Ella desprendía. Quizá fuera por los muchos días sin verla, quizá por la pura necesidad de tenerla cerca, o puede que simplemente por culpa de su belleza sobrecogedora.
El caso es que, por más que lo deseara, casi no podía mirarla, porque igual que la del Sol, su luz era cegadora.