Ella hablaba animadamente, y él se maravillaba observándola: daba igual que conversaran sobre física cuántica o sobre el vecino del cuarto, Su cara y Sus ojos hablaban más que Su boca. Él la interrumpía para hacerla reír, Ella le golpeaba el antebrazo cariñosamente, demorando el contacto más de lo debido, y él se atrevía a acariciar Su mano con delicadeza un instante.
Un bache de la carretera estremeció el coche, y le arrancó de su ensoñación. Sería fantasía pura, pero, al menos, le dejaba pintada una sonrisa en la cara.