Habían vuelto las sonrisas, las conversaciones, las bromas… Y, sobre todo, habían vuelto las miradas, Sus miradas. Aquellas que hacían que temblaran sus rodillas. Aquellas que hacían palpitar su corazón.
Le daba igual que durara apenas un rato, porque la calma y la paz qye Ella le había regalado mantendrían a raya a los demonios aquella noche.