Y llegó su respuesta. Fue sencilla y escueta, como para un vecino o un compañero de trabajo, como si nada pasara. Ni rastro de química, de conexión, de amor.
Él hizo un leve amago de intentar sonsacarle algo más, pero sabía que sería en vano, Ella ya se había alejado. Nunca comprendería por qué actuó así, sin mediar palabra, cuando tenían confianza más que suficiente para hablar de cualquier cosa, para que le anunciara que debía poner distancia. Pero Ella ya había decidido, y parecía no haber vuelta atrás.
Sus lágrimas iban a correr a raudales, pero se las tendría que enjugar él solo. Siempre solo.