Sabía que habían llegado las vacas flacas, se había preparado para vivir en la oscuridad. En vez de rendirse, se agarró al último clavo ardiendo: el convencimiento de que la indiferencia de Ella acabaría cediendo, la certeza de que él nunca volvería a dar un paso atrás.
La fuerza de su amor bien valía el hacer saltar todo su mundo por los aires.