Se levantó, se afeitó y se aseó como si nada. A la hora convenida preparó el café, fuerte, tal y como le había pedido. Incluso dispuso una bandeja de galletitas y pastas, y se sentó a esperar.
El demoledor mensaje de la noche anterior cancelando la visita y diciendo que aquello era un error, que no podría llevarles a nada bueno, seguía pesando como una losa. Pero prefería tirar una jarra entera de café recién hecho que admitir que Ella se alejaba para siempre.