Testigo

Pues no, levantarse para ir a hacer de testigo del amor entre dos personas no era el mejor plan para alguien a quien acaban de despachar un día antes sin motivos ni explicaciones después de haberle hecho sentir especial durante un par de semanas. Por no hablar de cómo la relación con el amor de su vida se había convertido casi en “contacto cero”, como decían ahora los niñatos en redes sociales.

Pero así era la vida, así era su vida: asentar el chaqué, ajustar el nudo de la corbata, grabarse a fuego una una sonrisa fingida y ocultar que estaba triturado por dentro.

Perplejo

Tal y como se había imaginado desde un principio, aquella nueva luz que había aparecido de la nada se había apagado de repente y sin explicación, dejándole perplejo y sin saber de qué lado le había llegado volando el hostiazo.

Y aún así, había logrado sacar varias cosas en claro: la primera, que tenía que volverse mucho más duro, desconfiado e insensible; la segunda, que aunque aquel camino se hubiera cortado de repente, no tenía sentido volver atrás; y la tercera, una maldita canción que no dejaba de martillearle y que debería haber descubierto por Ella, y no por alguien sin importancia.

Fantaseando

Aún podía recordar cómo un año casi un año y medio antes él se dedicaba a fantasear, después de cada vez que se despedían con un beso en la puerta de su casa, imaginando que Ella sería su acompañante en la boda en la que él iba a ejercer de padrino.

Ahora, a apenas treinta y seis horas de la ceremonia, le dolía asumir que ya no mantenían contacto apenas de ningún tipo, y que no lo iban a volver a mantener. Pero si lo pensabs fríamente, le dolía mucho más recordarse a sí mismo sonriendo con cara de imbécil, fantaseando con que tenía algún tipo de futuro con Ella.

Renacido

Que le preguntasen qué tal le había ido el día; que volviera a vibrar el móvil y se encontrase una canción dedicada para él; que tuviera que volver a planear todos los detalles para una tarde perfecta; que las horas se pasasen volando entre risas, cotilleos y reflexiones; que las manos se rozasen apenas en el paseo improvisado; que se inventasen excusas estúpidas para demorar el momento de la partida; que volviese a sentir el tacto de unos labios suaves y delicados sobre los suyos; que revoloteasen de nuevo mariposas en su estómago y no pudiera borrar una sonrisa bobalicona de su rostro; que llegase a casa como flotando con alas en los pies y aquella nueva canción maravillosa retumbando en su cabeza.

Que por fin la vida se apiadase un poquito de él y le ayudase a rellenar el tremendo vacío que Ella le había dejado; todas y cada una de aquellas cosas le parecieran una auténtica bendición, que gracias a una nueva luz se sintiera como renacido.

Al final

Pues sí, se reafirmaba en lo que había escrito el día anterior, ¿por qué todo en su vida tenía que ser tan jodidamente complicado? Porque momentos como estar sentados en los extremos de una mesa de un restaurante, que sonase una canción en particular y que ambos se mirasen el uno al otro durante una eternidad, diciéndose si recordaban la canción sin necesidad de mover los labios siquiera… Eran como escenas de una película, era algo fuera de lo normal, era el puto hilo rojo, eran ellos dos.

Pero, al final, eran solo momentos. Porque, al final, él tenía planes para aquella tarde de domingo, y no eran con Ella.

Encrucijada

Iba a ser un día complicado. Por la tarde, se iba a plantar delante de aquel nuevo y brillante camino que se estaba abriendo ante él para tratar de vislumbrar si era tan brillante como parecía, y si le iba a merecer la pena hacer el esfuerzo de romper con todo y avanzar por él. Pero justo después se iba a encontrar de nuevo con el mismo Camino de siempre, el que había soñado con transitar durante décadas, el que había podido recorrer al fin antes de verse apartado de golpe al arcén, para decidir si tendría el coraje y la determinación de dar media vuelta y caminar en otra dirección de una vez por todas y sin mirar atrás.

Dos caminos opuestos, una encrucijada en la que, hiciera lo que hiciera, se iba a dejar una parte de sí mismo, mientras se preguntaba una vez más por qué tenía que ser todo en su vida tan complicado.

Un café y dos cervezas

No había querido escribir sobre ello, ni casi pensar, por miedo a gafarlo con su habitual mala estrella, pero después de una semana, un café y dos cervezas, empezaba a vislumbrar que un tenue destello llegado de donde menos se esperaba comenzaba a alumbrar en su dirección.

Probablemente quedaría en nada como otras veces, pero lo que le importaba de verdad era que tenía otra vez el móvil lleno de palabras, la cabeza llena de nuevas canciones y la boca llena de sonrisas.

Desgraciadamente sí

¿Que tenía que sacarla de su cabeza de una vez por todas? Sí.

¿Que tenía que dirigir si vos en una nueva dirección? Pues sí.

¿Que Ella la mujer más sexy y atractiva sobre la faz de la tierra? Claro que sí.

¿Que daría una mano por zambullirse de cabeza en aquel escote vertiginoso que tan bien conocía? Por supuesto que sí.

¿Que vendería su alma al diablo por volver a estar con Ella, a besarla y amarla como un año atrás? Indudablemente que sí.

¿Que todo aquello ya solo pervivía en su imaginación porque Ella había pasado página? Desgraciadamente sí.

Chispazo

Agarrado con sus últimas fuerzas al borde del abismo, a punto de precipitarse al más negro de los abismos, vio aparecer entre sus manos un cabo desconocido, una cuerda salvadora a la que poder asirse y salir del peligro, la promesa de una nueva ilusión.

Daba igual si al final aquel chispazo quedaba en nada, el simple hecho de que se hubiera producido ya era suficiente para traerle de vuelta a la luz.

La última

Aunque no había tenido tiempo de ponerlo por escrito, tenía marcada aquella fecha en el calendario desde hacia semanas: un evento-comida multitudinario con mucha gente en común, que se iba a alargar toda la tarde y parte de la noche, y en el que tendrían seguro alguno de “sus momentos”, alguna pequeña charla con indirectas divertidas o incluso algún say when bien y mal intencionado a la par.

Obviamente, todo salió mal y al revés, hasta el punto de que después del primer saludo, ya no volvieron a hablar más en toda la velada. Solo un intento de Ella de acompañarle a él a la barra del bar, que encima se vio frustrado por compromisos de él que no pudo dejar de atender. Así que, cuando quiso girarse hacia Ella y vio que no estaba, terminó de asumirlo todo. Aquella especie de “ultimátum” que él se había inventado había sido un nuevo fracaso.

Asumió que la decisión que había tomado de separarse del todo de Ella, y que ya estaba poniendo en práctica, era la única posible; asumió que volverían a pasar semanas sin verla, porque ya no quedaban casi nunca; asumió que se tendría que enterar de Sus cosas por terceras personas, porque ya nunca se escribían o llamaban; asumió que lo único que iba a tener con Ella eran aquellas miradas eternas de “quiero y no puedo”; asumió que no iba a haber más say when, ni Remedy ni portales, porque Ella no quería, no podía o no sabía cómo mantenerle a él en Su vida.

Pero sobre todo asumió, después de tanto bourbon y lágrimas que tuvo que dejar las palabras para el día siguiente, que tenía que responder al inicio de conversación de una desconocida en la app de citas a la que había vuelto, y que había estado todo el día ignorando. Porque, aunque no fuese ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que decía que iba a tratar de olvidarla, sí que iba a ser la última.